sábado, 12 de octubre de 2019

Techo de cristal: socialización diferencial, sesgos de género en la academia y reparto desigual del trabajo no remunerado

Versión en vídeo:



Socialización diferencial y evidencia de sesgos de género en la academia. Maternidad y división del trabajo no remunerado. ¿Es la paridad discriminación positiva? ¿Qué tanto se debe la brecha salarial a la elección de carreras? Trabajo feminizado y capitalismo.



Cuando se habla de techo de cristal, a menudo nos encontramos, en nuestro entorno o en las redes sociales, con ideas y consignas en la línea de "las mujeres podemos conseguir lo mismo que los hombres, victimizarnos nos 'desempodera'", y esta idea de que hablar de obstáculos nos retrata como débiles, surge, en el mejor de los casos, de confundir incapacidad con situación de desventaja. No se trata de alentar a las mujeres en el terreno profesional porque éstas tengan menos capacidades y necesiten ayuda de por sí, con independencia del contexto, sino que se trata precisamente de corregir y contrarrestar el daño y las disuasiones previas: los mensajes que se asimilan durante las primeras fases de socialización (mujer relegada a la esfera privada y los cuidados, a la inmanencia, a mantener y reproducir en vez de construir, producir o descubrir, el clásico esquema hombre-razón/mujer-emoción, la idea enraizada de que una mujer debe anteponer la maternidad a su carrera y aspiraciones profesionales cuando esto no se exige en ellos, etc), así como de visibilizar los obstáculos, la doble carga de las mujeres (todo el trabajo adicional no remunerado que asumen en casa) fruto de la tradicional división sexual del trabajo que sigue vigente, y las hostilidades, los sesgos implícitos a la hora de evaluar el trabajo de las mujeres, de contratarlas, etc. No se trata de instalarse en el victimismo sino de tratar de crear las condiciones para que pueda existir igualdad de oportunidades.

Pero, ¿en qué se basa esta aparente presuposición de que no existe igualdad de oportunidades?
Se basa, entre otros indicios, en la evidencia de que, en carreras donde las mujeres suponen el 50% o más de los graduados universitarios, y donde obtienen de media mejores calificaciones, no llegan -ni de lejos- a ocupar un 50% de los cargos de responsabilidad. (Esto lo explicaré con más matices más adelante en el vídeo).
Además, las mujeres tienen una menor tasa de inserción laboral y peor salario independientemente de la carrera que hayan elegido; esto es, también las mujeres que cursan carreras de ingeniería tienen de media más problemas para acceder al mercado laboral que los ingenieros.
Esto no significa que exista un plan deliberado para fastidiar a las mujeres porque sí, por ser mujeres, pero sí que operan ciertos factores culturales y educacionales, sesgos de género a la hora de evaluar a los candidatos, coacciones internas y externas que disuaden a las candidatas de escalar más alto; es decir, una serie de factores que conviene, como mínimo, analizar detenidamente.

El síndrome del impostor es especialmente prevalente en mujeres: las mujeres tienden a subestimar sus capacidades intelectuales, además de sus facultades en el ámbito tecnológico y científico (y, en consecuencia, a abstenerse de cursar carreras relacionadas), mientras que ellos sobreestiman las suyas. En otras palabras, si un alumno y una alumna sacan la misma nota en matemáticas, es probable que ella se autopuntúe con una nota más baja que él:


Podría pensarse que es un defecto del cerebrito rosa de las mujercitas inseguras, pero hay bastante evidencia de que esta falta de confianza en las propias aptitudes que exhiben las niñas y las adolescentes cuando se trata de ciencias naturales, tecnología o matemáticas, tiene mucho que ver con la falta de suficientes referentes femeninos, con el impacto psicológico de los estereotipos y con una menor cantidad de estímulos y refuerzos en comparación con sus compañeros:


Varios estudios apuntan a que la socialización diferencial durante las primeras etapas de desarrollo, a cargo de las figuras paternas, juega un importante papel, y que la percepción (sesgada por el género del niño o niña) de los padres con respecto a las aptitudes de éste o ésta en ciertos ámbitos, influye en la autopercepción y la elección de actividades:



Nos encontramos con importantes sesgos de género también en el ejercicio de juzgar y evaluar trabajos académicos y científicos:
Se llama efecto "John-Jennifer" al estudio que mostró que un mismo trabajo o examen obtiene de media mejores calificaciones cuando se firma con nombre masculino.



Sobre las cartas de recomendación:
25. http://www.iflscience.com/editors-blog/lets-face-it-gender-bias-academia-real/ (resumen de los dos estudios enlazados más arriba)

Contra las profesoras:

La maternidad (y, por consiguiente, todo el trabajo de crianza y cuidados que siguen desempeñando principalmente las mujeres) juega un papel muy decisivo tanto en el fenómeno del techo de cristal como en el de la brecha salarial (que sería también, en gran medida, consecuencia del primero). La división del trabajo sigue siendo desigual aunque ambos trabajen a jornada completa, dado que el trabajo doméstico y de cuidados y crianza, no remunerado, que realizan ellas, les permite a ellos trabajar horas extras, rendir más, y ascender.

Las conclusiones extraídas del libro Unequal Time (32. https://www.russellsage.org/publications/unequal-time) serían las siguientes:

"Unequal Time investiga los horarios relacionados de cuatro ocupaciones del sector de la salud: médicos y enfermeras profesionales, técnicos de emergencias médicas y asistentes de enfermería de clase trabajadora. Si bien la literatura sobre trabajo y familia examina principalmente las horas que las personas trabajan, Clawson y Gerstel profundizan en el proceso a través del cual se establecen, negocian y disputan los horarios. Muestran cómo los trabajadores en las cuatro ocupaciones experimentan los efectos de la incertidumbre de los horarios, pero lo hacen de distintas maneras, en gran medida moldeadas por la intersección de género y clase. Los médicos, en su mayoría hombres y profesionales, tienen un control significativo sobre sus horarios, aunque a menudo afirman lo contrario, y tienden a trabajar largas horas porque se ganan el respeto de sus compañeros por hacerlo. Por el contrario, los asistentes de enfermería, principalmente mujeres y clase trabajadora, trabajan horas exigentes porque enfrentan sanciones por tomarse un tiempo libre, sin importar cuán válidas sean las razones. Sin apoyo institucional, a menudo recurren a compañeros de trabajo para ayudar a compaginarlo con la vida familiar.
El grado de control que los trabajadores tienen sobre sus horarios puede reforzar o desafiar los roles de género convencionales. Cuando los médicos varones trabajan horas extras, a menudo dependen de sus esposas y trabajadoras domésticas para que cuiden a sus familias. Es más probable que las enfermeras manejen la mayor parte de sus responsabilidades familiares y usen el control que tienen sobre sus horarios de trabajo para dedicar más tiempo a la vida en el hogar. Sorprendentemente, los autores encuentran que en las ocupaciones de la clase trabajadora, los trabajadores frecuentemente socavan los roles de género tradicionales. Los técnicos de emergencias médicas masculinas a menudo toman mucho tiempo libre para el cuidado de los niños, y las asistentes de enfermería a veces optan por trabajar más horas para proporcionar apoyo financiero adicional para sus familias."


Varios estudios muestran también como las mujeres casadas pero sin hijos ganan menos de media que las mujeres solteras, debido a que siguen asumiendo principalmente el trabajo doméstico: cocinar, limpiar, poner la lavadora.


Habría que ver hasta qué punto esto es una elección, algo acordado dentro de la pareja, y hasta qué punto se da prácticamente por inercia; hasta qué punto las mujeres interiorizan que ese es su rol, hasta qué punto dan por sentado que sólo ellas estarán dispuestas a hacerlo o podrán hacerlo bien, hasta qué punto es un "si no lo hago yo, no lo va a hacer nadie".
En cualquier caso, considero que esta disparidad podría minimizarse implantando guarderías públicas y gratuitas, servicios públicos y gratuitos de lavandería, haciendo que los comedores escolares sean también gratuitos, etc.
Educar en la co-paternidad en la medida de lo posible, dejar de reforzar esta mística de la maternidad, este arquetipo de madre altruista y sacrificada, visibilizar más el papel y la importancia de la paternidad, y en definitiva, dejar de reforzar y naturalizar de todas las formas posibles esta división del trabajo (si realmente las mujeres están biológicamente programadas para asumir todas las labores domésticas y de crianza solas y no se trata de algo culturalmente reforzado, ningún factor cultural podrá cambiarlo, ¿no?). Sólo creando un terreno lo más neutral posible y ofreciendo el mayor número de oportunidades y opciones podrán darse elecciones libres. ¿Creo que en el marco actual esto es posible? Esa es otra cuestión.

La cuestión es que a menudo se da a entender que hablar de brecha salarial es afirmar que las mujeres cobran menos por hacer exactamente lo mismo, las mismas horas, en un mismo puesto de trabajo, y entonces es cuando surge el contraargumento de "hombre, es que entonces los empresarios sólo contratarían a mujeres, si pueden pagar menos por lo mismo", pero en realidad la brecha salarial es el producto de todos estos factores interconectados entre sí.

Algo que también es interesante es que varias profesiones hayan perdido prestigio social y disminuido su sueldo medio al empezar a ser ejercidas mayoritariamente por mujeres. Lo difícil en este caso es delimitar qué es causa y qué consecuencia, pero es como mínimo remarcable:

Por ejemplo, la programación de software fue originalmente un trabajo feminizado, y se consideraba algo fácil, mecánico: https://twitter.com/_ayme/status/837098697515216896 Poco a poco se empezó a apreciar lo complejo que es realmente, y a partir de ahí se empezó a contratar únicamente a programadores hombres.

En el peor de los casos, tras este mensaje aparentemente empoderante de "las mujeres no necesitamos ayuda ni protección" subyace la idea de que si hay muchas menos mujeres en puestos de responsabilidad o al mando de proyectos e investigaciones científicas es porque no están hechas para ello o no se esfuerzan lo suficiente. De que efectivamente existe la meritocracia y, por tanto, la disparidad de género con la que nos encontramos es natural e inevitable. Este discurso gusta muchísimo y es recibido con aplausos y mensajes en la línea de "¡este es el verdadero empoderamiento femenino, no dejéis que os digan que necesitáis ayuda!".

A veces uno puede encontrarse en redes sociales a mujeres contando que se han matado a trabajar, estudiar y criar hijos simultáneamente, asumiendo todo el trabajo doméstico y de crianza mientras trabajaban fuera 8 horas al día, sin apenas dormir, y recalcan que han conseguido labrarse un futuro profesional a pesar de ser mujeres. Nadie podrá negar sus méritos y capacidades, por supuesto, pero no demuestran en absoluto que exista igualdad, si acaso todo lo contrario.
Por otra parte, es especialmente peligroso embellecer y normalizar el matarse a trabajar y dejarse la vida para poder vivir. Tener que trabajar para poder permitirse estudiar, tener que hacerlo todo a la vez hasta enfermar, creer que no hacerlo es ser un parásito, entenderlo como algo dignificante, es el sueño húmedo de los explotadores. Y, sin desmerecer el esfuerzo de nadie, la mayoría de mujeres nacidas y criadas en condiciones precarias no llegan a ir a la universidad, y dudo mucho que dé la casualidad de que son de media menos capaces que el resto.
Que una persona pobre, y más si es una mujer, tenga que ser brillante, sobresalir en todo y matarse a trabajar para conseguir lo que consigue el niño de papá medio no demuestra que exista igualdad de oportunidades. Deberíamos hablar de porcentajes y no de casos individuales.


Aludo a algunas medidas más culturales -programas y talleres donde se anime a las niñas, visibilización y representación- pero el problema de base, y lo que esta socialización buscaría mantener -la división sexual del trabajo- evidentemente requeriría de una enorme transformación social y económica para resolverse.
Aquí estoy mezclando el tener una carrera próspera como académica, investigadora o científica con adquirir cargos de responsabilidad en instituciones públicas o empresas, pero tener más mujeres en consejos de administración de empresas multinacionales no es lo que yo personalmente reivindico, y tampoco creo que las grandes corporaciones puedan liderar la lucha por los derechos de las mujeres ni mucho menos, simplemente me tomo el bajo porcentaje de grandes empresarias mujeres no ya como el problema en sí sino como algo sintomático del problema real, como una manifestación más.

Y también porque en última instancia la división sexual del trabajo tiene que ver con, o comporta necesariamente, apartar a la mujer de la esfera pública, del espacio político, de toma de decisiones, y estas cifras, aunque debamos luego contextualizarlas, aunque no debamos caer en el error de creer que podemos contrarrestar esta desigualdad teniendo a más mujeres en consejos de administración de empresas mientras el rostro de la pobreza en España es el de la mujer migrante que ejerce trabajos tradicionalmente feminizados en condiciones muy precarias:


se trata -y espero que aquí se entienda de esta forma- simplemente de una manifestación más de cómo se ha apartado sistemáticamente a la mujer de responsabilidades en el espacio político y el espacio de acción.


Cuando se empezó a hablar, hace ya unos años, de instaurar cuotas de paridad, de buscar que cargos públicos o posiciones de cierta responsabilidad (diputados en el congreso, ministros en el gobierno, por ejemplo) fueran en un 50% mujeres, muchas personas, incluyéndome, reaccionamos negativamente entendiéndola como una medida claramente discriminatoria e injusta, que dejaría fuera a hombres competentes en favor de mujeres menos competentes que serían contratadas por el mero hecho de ser mujeres; se estaría juzgando en función del género y no del talento.
El error en este caso es pasar por alto el hecho de que ya existen de facto, extraoficialmente, unas cuotas de género.

El error en este caso fue no tener en cuenta lo que he mencionado anteriormente: que en carreras donde las mujeres suponen el 50% (o incluso más) del alumnado universitario, y donde obtienen mejores calificaciones, no llegan a ocupar ese 50% de cargos de responsabilidad.

Hay un 53% de mujeres en la judicatura pero sólo un 23% en órganos judiciales superiores.
El 54% de los alumnos de grado, el 58% de los estudiantes de máster y el 50% de los nuevos doctores son mujeres, pero las mujeres ocupan sólo el 21% de las cátedras y el 14% de las rectorías.

Ahora, para ser justos, esto puede deberse también en cierta medida a la edad: habrá menos juezas con años de experiencia que jueces con los mismos años de experiencia porque en otros tiempos había más hombres cursando la carrera judicial.

Por otro lado, un estudio señaló que las mujeres superan en rendimiento a los hombres en la Universidad pero ganan menos y registran una mayor tasa de paro: 45. https://www.abc.es/sociedad/abci-mujeres-superan-rendimiento-hombres-universidad-pero-ganan-menos-y-registran-mayor-tasa-paro-201803012110_noticia.html

Aquí podría decirse que esto se debe únicamente a que las mujeres cursan carreras en las que hay una mayor tasa de desempleo, pero esto es refutado por el responsable de llevar a cabo el estudio, que afirma lo siguiente:

"La peor inserción laboral en términos globales de las mujeres no se debe a su menor presencia relativa en ramas como las ingenierías, que se ha demostrado que registran los mejores resultados en los indicadores claves de inserción laboral. Si se observan los resultados por ramas de enseñanza o ámbitos de estudio, la peor inserción laboral de ellas se repite en la mayoría de los casos", a excepción de las ciencias de la salud.
En otras palabras: también a una mujer ingeniera le costará más encontrar empleo que a un hombre ingeniero (todo esto teniendo en cuenta el bajo porcentaje de mujeres cursando carreras de ingeniería; no estoy señalando que haya menos ingenieras contratadas que ingenieros en términos absolutos, pues eso es lo que cabría esperar debido a que hay muchos más ingenieros, sino que les es más difícil encontrar empleo que a ellos).

"Reorganizar a las mujeres en ocupaciones mejor pagadas eliminaría solo el 15 por ciento de la brecha salarial actual para todos los trabajadores, y entre el 30 y el 35 por ciento para los graduados universitarios. El resto tiene que ver con algo que sucede dentro del lugar de trabajo". En otras palabras, con las horas extra y la flexibilidad horaria que resulta incompatible con el trabajo de cuidados no remunerado que están asumiendo principalmente las mujeres.

"Si tomamos el caso de médicos y cirujanos -escribe Claire Cain Miller en el New York Times- las mujeres ganan el 71 por ciento de los salarios de los hombres, aún después de controlar las variables de edad, raza, jornada laboral y educación. Las mujeres que son especialistas financieros ganan el 66 por ciento de lo que ganan los hombres en la misma ocupación, y las mujeres que son abogadas y jueces ganan el 82 por ciento".
Según Goldin: "Las ocupaciones que más valoran las largas horas, el tiempo en la oficina y estar de guardia, como los negocios, la ley y la cirugía, tienden a tener las brechas salariales más amplias."

Lo que está claro es que buscar que el % de mujeres ocupando un puesto laboral determinado se corresponda con el % de personas formadas y preparadas para ese puesto que son mujeres, no sólo no significaría ofrecerles oportunidades a mujeres mediocres en detrimento de hombres más cualificados que ellas, sino que hace justamente lo contrario: recuperar un talento femenino que se estaba desaprovechando. De hecho, "en España un mayor porcentaje de mujeres que de hombres están sobrecualificadas para el puesto que ocupan", según un informe que publicó el Centro de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) en 2016:
En España el porcentaje de mujeres que tienen una formación mayor que el trabajo que desempeñan supera en tres o cuatro puntos al de los hombres.



A modo de conclusión final, quería adjuntar estas reflexiones que aporta la filósofa e investigadora Cinzia Arruzza en su libro Las Sin Parte: Matrimonios y Divorcios entre Feminismo y Marxismo:

"El capitalismo(...) ha cortado la familia como unidad productiva, pero la ha utilizado y la ha transformado profundamente para garantizarse el trabajo reproductivo de la fuerza de trabajo. Aquí las relaciones de poder patriarcales han hecho buenas migas: el capitalismo tenía necesidad de descargar en la familia el trabajo reproductivo y, a su vez, la subordinación de las mujeres ha garantizado la posibilidad de hacerlo(...) el capitalismo integra y emplea relaciones de poder precapitalistas para crear jerarquías entre los explotados y oprimidos, trazar fosos y erigir barreras".

"En efecto, una socialización total de este trabajo requeriría de unos costes y una inversión tecnológica mucho más elevados de lo necesario, al poder apoyarse actualmente en el trabajo de las mujeres."
"Basta pensar en las resistencias opuestas a menudo a las tentativas operadas en periodos revolucionarios de liberar a las mujeres del trabajo de cuidados, desplazándolo fuera de la familia, a través de la creación de comedores, lavanderías y guarderías colectivas".

"Lo mismo vale para la relación entre mujeres y trabajo [reproductivo].
(...) el hecho de que el empleo de fuerza de trabajo femenina desempeña, como ha desempeñado también en el pasado, un papel esencial desde el punto de vista del capital sirve para descualificar a sectores de la producción, para reducir los costes salariales, para empeorar las condiciones de trabajo y para introducir precariedad -un trabajo productivo que sería aprovechado por el propio proceso de valorización: la historiadora y economista Ulla Wikander (1. https://www.sigloxxieditores.com/libro/de-criada-a-empleada_17926/ 2. http://www.izquierdadiario.es/De-criada-a-empleada-resena-y-criticas-marxistas-al-libro-de-Ulla-Wikander) pondrá el ejemplo de costureras autónomas que eran pagadas sin estar en la fábrica, y por ello peor pagadas: al darse esta fragmentación del trabajo y haber un menor conocimiento del proceso global, se desvaloriza cada una de las transformaciones de la cadena- no se comprende cómo ello es posible si no se hace referencia al papel fundamental de la ideología patriarcal".



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