miércoles, 2 de octubre de 2019

¿Qué significa "Dios ha muerto"? Nihilismo, razón y modernidad en Nietzsche

Todos hemos escuchado alguna vez el famoso y solemne "¡Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado!" del filósofo Friedrich Nietzsche.
Pero en la cultura popular parece haberse dado por sentado que esta frase hace únicamente referencia al hecho de que nos encontramos ante el desmantelamiento (o descrédito) del cristianismo y de los valores y marcos conceptuales judeocristianos, como si se encargara de anunciar el advenimiento de una ansiada -e, incluso, algunos entenderán, "más racional"- sociedad laica.

Sin embargo, Nietzsche no hablará únicamente de religión cristiana, sino de un dualismo ontológico, de una forma de interpretar el mundo, de una forma de concebir y valorar lo sensible y cambiante, que son previas a la misma (a la religión cristiana y a las religiones abrahámicas por extensión) y que se extienden más allá de ésta, y rechazará explícitamente la razón de la modernidad occidental, que a su modo de ver no sólo no llega a superar sino que mantiene la ontología platónico-cristiana.

¿De qué está hablando, entonces? ¿Y qué tiene que ver el nihilismo en todo esto? ¿Por qué algunas veces parece que hable del mismo en tono peyorativo y otras veces en un tono positivo?


La "muerte de Dios" es la metáfora que emplea Nietzsche para referirse a lo que considera la principal crisis de la modernidad tardía -y que probablemente se haya agravado en la posmodernidad-; y es que, por un lado, la secularización (la progresiva separación de la esfera política y la esfera religiosa o espiritual) y el creciente descrédito de la religión han hecho emerger en las conciencias modernas la idea de que no existe un sentido ni unos valores objetivos, trascendentales, anteriores al propio ser humano, un destino prefijado, un "archai" o principio fundamental, un propósito; esto podría entenderse como una liberación, pero tiene a su vez su contrapunto negativo: la muerte de Dios nos ha dejado solos y desamparados, sin una hoja de ruta clara, sin un cómo proceder a partir de aquí, a qué nuevo sistema de valores acogernos; deja en evidencia que no tenemos ningún propósito intrínseco. Esto puede desembocar fácilmente en un nihilismo pasivo y autodestructivo, en un cansancio o hastío vital ("nada tiene sentido"), cuestiones que tratarán posteriormente autores como Sartre y Camus, centrándose en la forma en que el hombre se enfrenta a esta libertad radical, al hecho de no tener un fin, ni un propósito, ni una esencia preestablecidas, a la angustia que genera.

La superación de este "nihilismo cristiano" (es decir, el hecho de situar el centro de la vida, y los valores que deben regirla, más allá de la vida misma, en una "vida" abstraída de los sentidos y de lo terrenal, de lo inmanente, del aquí y ahora -este dualismo cuerpo-alma se inauguraría con Parménides, y cobraría fuerza con Platón, pero la brecha entre el mundo aparente y el verdadero se agravaría especialmente con el advenimiento del cristianismo (al menos esta es la interpretación que hace Nietzsche)-), podría desencadenar en un nihilismo pasivo, en la sensación de desamparo frente a la ausencia de unos valores grabados en piedra y universales, de unos principios últimos, de un destino y un sentido claros y universalmente compartidos, o incluso la ausencia de verdades absolutas, sean éstas reveladas por Dios o inteligibles para el sabio. Este nihilismo pasivo deberá a su vez ser superado por un vitalismo, encarnado en la figura del Superhombre, un ser consciente de que no existe un "sentido de la vida" previo a ésta (lo que el existencialismo resumirá con "la existencia precede a la esencia") y que es nuestro deber y responsabilidad dotarla de ese sentido y crear unos valores que estén en concordancia con nuestra verdadera naturaleza. Desde el punto de vista de Nietzsche, lo que ha hecho la moral judeocristiana ha sido invertir el orden natural, subvertir o demonizar nuestras inclinaciones con tal de debilitar y neutralizar nuestra voluntad de poder, con tal de que entendamos la humildad y la obediencia como rasgos virtuosos y dignificantes, y el cometido o propósito del Superhombre -cabría destacar aquí que la palabra alemana "mensch" de "Übermensch" no tiene género, sino que refiere a la especie humana- es llevar a cabo lo que Nietzsche denomina "transvaloración de los valores"; es decir, volver a invertir esa inversión.

Algo a tener en cuenta es que Nietzsche se muestra especialmente crítico con la razón ilustrada, pues a su parecer la filosofía de la Ilustración no ha superado el lastre cristiano, no ha aceptado plenamente la muerte de Dios, sino que sólo lo ha sustituido por una fe ciega en la razón, una razón que, de la misma forma que hizo previamente el dualismo platónico-cristiano, alejaría al hombre de sus impulsos vitales, sustituyendo ese "más allá" por "la verdad" (en un sentido trascendental y no inmanente), el "progreso" o "la virtud moral", siendo estos nuevos refugios y nuevas formas de autonegación de la vida desde el punto de vista de Nietzsche.

Nietzsche rechazaría las categorías de "unidad" o "totalidad": todo fluye, todo se encuentra en un proceso de cambio constante, y para captar el mundo, el filósofo y el científico buscarían patrones y repeticiones y los convertirían en "la verdad", buscarían ajustar los fenómenos naturales a sus esquemas y modelos. "La verdad" científica sería entonces como una metáfora acerca de la cual hemos olvidado que es una metáfora.

Y es importante no confundir esta concepción con un dualismo más kantiano, en el sentido de "existe un noúmeno, existe una cosa-en-sí que es incognoscible para el intelecto humano, que no podemos llegar a conocer". Nietzsche está precisamente rechazando este tipo de dualidad entre mundo aparente y mundo verdadero, lo que está diciendo es que el mundo verdadero mismo, al que accedemos, está en cambio constante, es el devenir mismo, y lo que no podemos hacer es fijarlo o aprehenderlo como una totalidad estable.


Nietzsche destacaría dos tipos de nihilismo, o dos pulsiones o razones fundamentales por las que se puede llegar a éste.

Por un lado tendríamos el Nihilismo Activo, que sería sintomático de la creciente fuerza del espíritu, al que se le han quedado pequeños los viejos mandatos, las viejas cosmovisiones (formas de interpretar el mundo, jerarquías de valor), las viejas convicciones.
Por otro, tendríamos el Nihilismo Pasivo, que sería la consecuencia del hastío y el agotamiento del espíritu, tan reblandecido que no le quedan fuerzas para seguir creyendo en los viejos relatos y valores. Llega a la nada, nihilo: nada significa nada, nada tiene sentido.

En ambos casos nos encontramos ante la desconfianza en un destino claro y universalmente compartido (como sería la noción de progreso), en unos valores trascendentales o preexistentes, en verdades absolutas, en un mundo fijado e inteligible. Pero las razones por las que se llega a ese estado, y las actitudes que uno adopta tras la epifanía, distan entre sí.

"¿Qué significa nihilismo? Que los valores supremos han perdido su crédito. Falta el
fin; falta la contestación al porqué".
FRIEDRICH NIETZSCHE, La Voluntad de Poder


En el Crepúsculo de los Ídolos, Nietzsche retrata en seis fases la evolución de este "nihilismo platónico-cristiano" -o "dualismo platónico-cristiano"- y su posible superación.

La primera fase sería la escisión platónica entre mundo sensible e inteligible, material e ideal, pero éste último, considerado el mundo verdadero, está al alcance del sabio, del virtuoso; durante el transcurso de su vida, el sabio vive en el mundo verdadero.

En la segunda fase, sin embargo, ese mundo verdadero sólo existe como promesa, como un mundo más allá de la vida, al que el virtuoso y el que hace penitencia podrán acceder tras la muerte. Esta fase coincidiría con la llegada del cristianismo.

La tercera fase representa el giro copernicano kantiano: en este punto el mundo verdadero o "noúmeno" se convierte en incognoscible para el intelecto humano, no podemos conocer la-cosa-en-sí, sólo el fenómeno (que sería la forma objetiva -o intersubjetiva, si se quiere- en que se presenta el noúmeno). Kant postula una subjetividad trascendental -una subjetividad compartida por todos los seres humanos- que permite la existencia de verdades a priori, independientes de la experiencia y universalmente compartidas (verdades analíticas como las leyes de la lógica -principio de no contradicción, principio del tercero excluido-, o verdades matemáticas, que para él serían sintéticas, etc).

La cuarta fase se corresponde con el positivismo, el rechazo a la metafísica y a la idea de un "mundo verdadero" (contrapuesto al aparente) en tanto que deja de ser considerada útil.

En la quinta y sexta fase Nietzsche propone, primero, la abolición del "mundo verdadero" y, con él, también la otra cara del binomio, el "mundo aparente": superar el dualismo ontológico, abrir la puerta a una nueva forma de concebir y valorar lo sensible.



"Un terrible vacío paralizante se instala en la conciencia porque sólo queda la tierra, este mundo terreno, desprestigiado, incluso despreciado por veinticinco siglos de plato-cristianismo racionalista(...) El sujeto moderno, embriagado por la autonomía que produce la liberación de la moral cristiana y de sus prolongaciones disciplinadoras en la cultura tras la «muerte de Dios», deberá prolongar esta ruptura hasta liberarse de todo relato que le determine externamente".

F. VERGARA HENRÍQUEZ: Metáforas de la modernidad tardía: nihilismo y «muerte de Dios» en el pensamiento nietzscheano


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.