martes, 28 de julio de 2020

El problema del sujeto y la agencia: intercambios entre post-estructuralismo y teoría crítica feminista

Índice:

  1. Introducción
  2. El sujeto moderno unitario
  3. Crítica posmoderna: el sujeto fragmentado
  4. El problema del sujeto en Michel Foucault
  5. El sujeto y la identidad de género en Judith Butler
  6. Reivindicar la identidad desde la diferencia: de Beauvoir, feminismo de la diferencia y feminismo poscolonial
  7. Agencia y transformación en Michel Foucault y Judith Butler: intercambios con la Teoría Crítica de Género
  8. Bibliografía



INTRODUCCIÓN

Una de las principales problemáticas que afronta la filosofía contemporánea (y que se extiende al activismo político y los movimientos de justicia social) es el problema del sujeto, así como el problema de su agencia y capacidad de transformación. Michel Foucault y Judith Butler nos han aportado herramientas analíticas que pueden sernos útiles si queremos ahondar en los mecanismos y relaciones de poder que subyacen al mantenimiento y reproducción de ciertas formas de opresión y explotación, y, por consiguiente, de ciertas subjetividades.

Ahora bien, si la identidad es entendida como el producto de mecanismos de dominación y subyugación, como la interiorización de esos mecanismos reguladores por parte del propio sujeto, ¿desde dónde puede el sujeto oprimido hablar, definirse, enunciarse, articular un proyecto político emancipatorio, si entendemos que su subjetividad misma es una falsa conciencia? ¿Qué margen de libertad puede tener el sujeto, constituido por estas relaciones históricas y sociales que le preceden y atraviesan, para desarrollar un proyecto de transformación y emancipación sin acabar reproduciendo las mismas lógicas y relaciones de las que intenta escapar?

Si, parafraseando a Butler, no existe un sujeto previo a su generización (o socialización en el género), ¿cómo pueden las mujeres superar las constricciones (y la naturalización de desigualdades) que el género implica?

¿Debe el sujeto ampararse en esa identidad dada, en esa posición o categoría social contingente (lo no heteronormativo, lo racializado, lo femenino, por ejemplo), apostar por la visibilidad, normalización y/o revalorización de la misma? Aquí nos encontramos con el dilema de cómo llevar esto a cabo sin acabar reforzando roles dañinos, sin acabar esencializando esa diferencia históricamente determinada y sin crear grupos herméticos encerrados en sí mismos.

También existe otro riesgo no menos desdeñable: si queremos tejer redes de solidaridad e identificación (entre mujeres, entre personas racializadas) pero tememos precisamente naturalizar roles y estereotipos culturales (sexistas y racistas), podemos terminar por otorgarle un peso excesivo a la diferencia biológica (sexual, fenotípica) sobre la que se ha construido esa diferencia cultural, e incluso podemos acabar buscando inconscientemente en ella una esencia o naturaleza “verdadera”, anterior (o que trascienda) a la cultura supremacista y patriarcal. En definitiva, caer en la misma trampa (en los mismos esencialismos) que pretendíamos evitar.

¿Debería el sujeto, por el contrario, apostar por difuminar todas las categorías identitarias (o multiplicarlas hasta que éstas dejen de tener sentido)? ¿No supone eso perpetuar la opresión al hacerla indecible, innombrable, y por tanto imposible de atajar? ¿Cómo podríamos, entonces, organizarnos colectiva y políticamente alrededor de experiencias de opresión, intereses y proyectos compartidos?

Se plantea a menudo la posibilidad de difuminar o restar importancia sólo a algunas de esas categorías (por ejemplo, aquellas relacionadas con la sexualidad, pero no las que tienen que ver con la clase en un sentido estrictamente económico). La pregunta que nos aguarda, en este caso, es si no terminaría el sujeto atravesado por otras determinaciones históricas (raza, género) por negarse y borrarse, por ser incapaz de dar cuenta de sus experiencias y hablar de sus necesidades particulares, por asumir la subjetividad hegemónica (y con autoridad semántica) en las sociedades del capitalismo tardío (blanca, masculina y heterosexual) como modelo neutral y universal.

Todas las opciones (tanto las políticas que consistirían en afirmarse desde la diferencia y correrían el riesgo de naturalizarla, como las políticas de unidad que podrían implicar una abstracción y universalización que borraría particularidades) parecen esconder un doble rasero, todas suponen un riesgo mayor o menor, y franquearlas supone un desafío tanto para el feminismo como para cualquier movimiento social de carácter emancipatorio.

En este texto me propongo hacer un breve recorrido por las distintas formas en que la filosofía ha lidiado con la cuestión del sujeto, deteniéndonos en la crítica post-estructuralista del sujeto moderno (más específicamente en Foucault y Butler), hasta llegar a cómo la tradición teórica feminista, en sus distintas vertientes, ha formulado y reformulado el problema del sujeto (y del sujeto político del feminismo) y el problema de la agencia y la emancipación, y a las confrontaciones e intercambios al respecto entre teóricas feministas de distinto signo (de la diferencia, inscritas en la Teoría Crítica, poscoloniales) y los mismos Foucault y Butler.