sábado, 26 de febrero de 2022

Masculinidad, trabajo y alienación capitalista

Transcripción, corrección y ampliación de este post de Instagram


Hay quienes sostienen que el movimiento de las mujeres, su acceso al mundo laboral, la revolución sexual de los 60 y 70 y el debilitamiento de la institución del matrimonio han "redistribuido" el capital erótico y económico, y que ahí radica el origen del malestar y la profunda frustración de los hombres contemporáneos, que se sienten desplazados y agraviados. Este planteamiento tiene algo de revisionismo y de relato fantasioso, pues como comenta bell hooks en El deseo de cambiar,
"Uno de los sentimientos patriarcales antifeministas que ha ganado terreno en los últimos años es la idea de que la mayoría de los hombres solían contentarse con esclavizarse en un trabajo sin sentido para cumplir con su papel de proveedores, y que es la insistencia feminista en la igualdad de género en el mercado laboral la que ha creado el descontento de los hombres(...) Sin embargo, los hombres ya expresaban sentimientos de fuerte descontento y depresión acerca de la naturaleza y el significado del trabajo en sus vidas. Este descontento no recibe la atención que reciben los trabajadores cuando culpan de su descontento con el mundo laboral al movimiento feminista." 
- hooks, b. (2021). El deseo de cambiar.

Es cierto, sin embargo, que antes cada hombre, en virtud de ser quien tenía la capacidad de mantener económicamente a la familia, tenía acceso o "derecho" a (la posesión de) una mujer, que aportaba a esa ecuación, por un lado, su sexualidad (una sexualidad que no era verdaderamente suya, pues estaba supeditada siempre a los tiempos y deseos de su marido -recordemos que el concepto de "violación marital" es muy reciente-, determinados a su vez por los mandatos de la masculinidad -los hombres siempre han interiorizado, a su vez, ideas muy rígidas acerca de lo que deberían hacer en la cama-) y sus labores reproductivas, de crianza y de cuidados. Esto podía aportarle al obrero una ilusión de control sobre su propia vida.
"La capa externa de la crisis de la masculinidad, la pérdida de autoridad económica de los hombres, fue más evidente durante los vientos recesivos de principios de los noventa, cuando la crisis del desempleo masculino se hizo cada vez más fuerte. El papel de sostén de la familia estaba siendo claramente socavado por las fuerzas económicas que llevaron a muchos hombres a un mercado laboral traicionero durante las "consolidaciones" y reducciones de las empresas. Incluso muchos hombres que nunca fueron despedidos, a menudo sentían el temor de que pudieran ser los siguientes, que sus puntos de apoyo como proveedores de recursos de la familia eran terriblemente inestables." 
- Faludi, S. (1999). Stiffed: The betrayal of the American man.

"La crisis del trabajo es la crisis de la masculinidad moderna. Porque el hombre burgués moderno es constituido y estructurado en su identidad, de manera fundamental, como hombre trabajador". 
- Trenkle, N., & Robinson, J. (2009). The rise and fall of the working man: Toward a critique of modern masculinity

El contexto social y económico ha cambiado al mismo tiempo que la subjetividad masculina ha permanecido prácticamente intacta: se ha seguido inculcando en los hombres la aspiración de ser el "breadwinner", soporte o cabeza de familia, y/o de ser un "empresario de sí mismo" con un vasto número de conquistas sexuales para probar su virilidad, se ha seguido implantando el mismo "entitlement" o creencia de que uno tiene derecho a obtener sexo por parte de las mujeres (que son deshumanizadas hasta tal punto que parece que existan principalmente para ser conquistadas, para que "se acceda" a ellas), y que el que una mujer decida no hacerlo supone un agravio, una falta. Porque parece que la mujer no está tomando una decisión que le ataña a ella, sobre su propio cuerpo, su propia sexualidad y su propia vida, sino que tiene en sus manos la posibilidad de permitirle al hombre adquirir o renovar su masculinidad. Ella, sin embargo, está siendo desposeída de toda cualidad particular, valorada sólo en tanto que símbolo (trofeo). Su poder es efímero y ficticio.

El feminismo se presenta entonces como una amenaza, perdiéndose de vista que ese rechazo sexual o romántico no se viviría con la misma desesperación de no ser por las expectativas de género, por el papel que se otorga al acto sexual en la configuración y el mantenimiento de la identidad masculina, y que, además, probablemente estos hombres no tendrían tantas dificultades para entablar relaciones sexoafectivas si no se alimentara un resentimiento y un desdén hacia las mujeres que suele convertirse en una profecía autocumplida: si no ves el relacionarte con mujeres como un fin en sí mismo sino como un preludio al sexo, eso te lleva a no interactuar de forma natural y genuina, sino siguiendo una serie de pautas o reglas (que crees que debes descifrar), esto te lleva a ser interesado (a esperar que tu amabilidad se recompense, no con amabilidad, sino con sexo), te lleva a ser brusco, insistente, invasivo, a estar a la defensiva, a tener una actitud arrogante y/o hacer "negging" (alabar a las mujeres a la vez que las menosprecias). Al comportarte de esta manera y no tener esa labia o carisma "natural", al querer jugar a juegos deshumanizantes que sólo llegan a "funcionarles" a unas pocas personas con facilidad para manipular, cada vez es menos probable que te lean como alguien con quien merezca la pena relacionarse.

Los incels sienten que son las mujeres las que, por capricho y banalidad, les han arrebatado (al rechazarles romántica o sexualmente) la posibilidad de afirmarse como hombres, de sentirse finalmente integrados, aceptados, incluidos. Ese rechazo femenino es lo que se aparece como la causa inmediata de su infelicidad. Como decíamos, se pierde de vista que no se viviría como una herida tan profunda si la conquista sexual no se presentara como un rito de paso masculino, si no se entendiera el "tener éxito" ajustándose al modelo tradicional de masculinidad como la única puerta de entrada o vía para suplir muchas otras necesidades que están quedando insatisfechas (y que se ocultan bajo la insatisfacción "por no poder follar"): necesidad de comunidad, necesidad de interacción y validación social, necesidades afectivas.

Se habla a menudo de cómo el movimiento feminista puede alejar a las mujeres de sus verdaderos intereses objetivos de emancipación invitándolas a poner el foco única y exclusivamente en la contradicción hombre/mujer, como si se tratara de un antagonismo esencial, ahistórico, pero no se habla tanto acerca de cómo achacar el malestar de los hombres al auge del feminismo distrae la atención de su explotación, a la cual su socialización violenta en la masculinidad, el "convertirse en hombres", le es completamente funcional e incluso necesaria.
"Las determinaciones simbólicas y subjetivas de la masculinidad moderna se constituyen a partir de las exigencias del trabajo asalariado. La masculinidad pasa a definirse por la disciplina sobre el propio cuerpo, la objetivación distanciada de los otros, la naturaleza, y los propios sentimientos y la asunción de una racionalidad instrumental que maximiza el cálculo medios-fines, tratando a la realidad exterior y al propio sujeto como un objeto de manipulación fría y distanciada." 
- Martín, F. (2015). El capitalismo como patriarcado productor de mercancías y el protagonismo de las mujeres en los Movimientos de Trabajadores Desocupados. Revista Herramienta, (57).

"La moderna identidad masculina se corresponde exactamente con las demandas del trabajo en la sociedad capitalista, basada en la producción universal de mercancías. Porque el trabajo en el capitalismo es en esencia una actividad desensualizada y desensualizante." 
- Trenkle, N., & Robinson, J. (2009). The rise and fall of the working man: Toward a critique of modern masculinity

Sin embargo hay quienes pueden creer, incluso en espacios nominalmente marxistas, que reivindicar el "ser muy hombres", el ajustarse a esta noción del guerrero estoico y obsesionado con el control, que confunde la regulación y la gestión de las emociones con la represión, el distanciamiento y la supresión (que sólo puede ser efectiva a corto plazo) de las mismas -hasta el punto de poder llegar a quedar emocionalmente incapacitado, analfabeto-, es la salida. Como si el modelo normativo y aspiracional masculino fuera remotamente factible o viable y no degenerara en frustraciones -que esta misma subjetividad masculina no permite tolerar-, en emociones negativas perfectamente humanas que son sistemáticamente ignoradas y acaban manifestándose a través de estallidos de ira.
"Cuando comencé a analizar las cuestiones de género, creía que la violencia era un subproducto de la socialización de la niñez. Pero después de escuchar más de cerca a los hombres y a sus familias, he llegado a creer que la violencia es la socialización de los chicos. La forma en que "convertimos a los chicos en hombres" es a través de una herida(...). Los alejamos de su propia expresividad, de sus sentimientos, de la sensibilidad hacia los demás. La misma frase "sé un hombre" significa aguanta y tira para adelante. La desconexión no es una consecuencia de la masculinidad tradicional. La desconexión es la masculinidad." 
-Terrence Real sobre la "traumatización normal" de los chicos. Extraído de "El deseo de cambiar" (2021), de bell hooks.

 

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